EMPLEAD@ PÚBLICO, ERES DE LA CLASE TRABAJADORA, AUNQUE SE TE HAYA OLVIDADO

Empleados públicos... Olvidados en tiempos de bonanza e injuriados en épocas de crisis. Empleados públicos… Olvidados en tiempos de bonanza e injuriados en épocas de crisis.
Los empleados públicos adquieren su condición tras competir libremente y en igualdad de condiciones con cincuenta, cien, mil o más aspirantes a la misma plaza. Por lo general, un trabajo de remuneración escasa, muchas veces alejado de su residencia…

 y con la prohibición (en virtud de una anticuada “ley de incompatibilidades”) del desempeño de otras actividades profesionales privadas.

Olvidados en épocas de bonanza, injuriados en tiempos de crisis

A mayor abundamiento, en épocas de crisis se convierten en el blanco de todas las iras y víctimas de insufribles recortes. En tiempos de bonanza, por el contrario, nadie se acuerda de ellos, salvo para convertirlos en objeto de escarnio “por ganar tan poco habiendo estudiado tanto, por haberse esforzado tanto para ganar lo que yo me levanto en una semana y en negro”…

Y pese a este esfuerzo tan considerable (y rara vez reconocido), se les moteja de “privilegiados” e insidiosamente se les dispara con frases del tipo: “se sacan una oposición y a echarse a dormir, no como yo…”, “no dan ni golpe porque tienen el trabajo fijo…”, etc.

Pero, en realidad, el régimen jurídico de los empleados públicos contempla infracciones por las cuales pueden ser sancionados con largas suspensiones de empleo y sueldo y hasta la pérdida de  condición de funcionario. Pero esto rara vez ocurre. Y la razón, debemos proclamarla con orgullo y sin timidez, es que hablamos de los mejores entre cientos o miles de aspirantes a una plaza. Así de simple.

Las políticas neoliberales quieren acabar con la imparcialidad de los empleados públicos

  A lo anterior debemos añadir que, para rendir auténticamente un servicio a la sociedad, el trabajo de los empleados públicos debe desarrollarse bajo los principios de imparcialidad e independencia de la política. Circunstancia, obviamente, incompatible con los despidos arbitrarios, tan comunes en la empresa privada aunque se disfracen de legalidad. Y que impide su remoción por no plegarse a los disparates (o ilegalidades) del político de turno.

  En este sentido, pensemos en los continuos enfrentamientos entre los secretarios de Ayuntamiento (funcionarios de carrera) y los concejales de urbanismo (políticos). Y ahora reflexionemos sobre cual de los anteriores ofrece mayor confianza, así como lo que sucedería si los funcionarios, por el temor a ser despedidos, no pudieran frenar y oponerse a los planes de políticos y grandes contratistas.

El estatuto de los empleados públicos es vital para el funcionamiento de la Administración

  En consecuencia, el empleado de la Administración, en su calidad de servidor público, ha de verse protegido ante caprichos, irregularidades e ilegalidades que puedan ejecutar sus superiores. De no ser así, el colosal aparato de la Administración se convertiría en una máquina omnipotente al servicio de corruptos, autoritarios, mediocres…

  Como consecuencia de este necesario estatuto que salvaguarde su independencia, las infracciones de los empleados públicos no solo se saldan con efectos en el ámbito laboral, sino que sus consecuencias son más gravosas que en el ámbito privado y pueden acarrear una triple responsabilidad: administrativa (laboral), civil y penal.

Los empleados públicos se examinan todos los días en su trabajo

No faltan quienes alegan: “Yo no me saqué ninguna oposición, pero me examino todos los días en mi trabajo”. Perfecto, los empleados públicos también se examinan a diario, pues se incardinan en el llamado sistema de “formación continua” que se materializa en cursos, jornadas, publicaciones, pruebas de promoción interna, etc, que los obliga a un proceso diario de actualización, toda vez que las leyes se reforman o derogan y que los procedimientos administrativos mutan velozmente.

Así, resulta habitual encontrar en las oficinas de la Administración a gestores, abogados o empleados de empresas privadas que acuden para “informarse con quien más sabe de estos temas”, que no son otros que los trabajadores del área concreta de la función pública. Y no pocas veces, aquellos profesionales repercuten en sus minutas la  información y conocimientos transmitidos por modestos empleados de los ministerios.

El empleado público, por consiguiente, tanto por  su relación precio-calidad, como por los valores de mérito, capacidad, imparcialidad y neutralidad política, es uno de los activos más valiosos de la sociedad.

A pesar de todo lo expuesto, o tal vez precisamente por eso, los empleados públicos cuentan con muchos enemigos.

Algo que todo empleado público debe saber

El trabajador al servicio de la Administración, merced a un status laboral relativamente estable, ha perdido la conciencia de su situación. Más exactamente, aunque a muchos no les guste la expresión, ha perdido su “conciencia de clase social”.  Pero no así los grandes poderes, que saben perfectamente que nuestro sitio se encuentra  en el colectivo de las clases populares (junto a pensionistas, parados, estudiantes, enfermos y resto de trabajadores), al cual ahora gusta mucho calificar de “clases medias”.

Pero, no lo dudemos, vienen ahora a por los empleados públicos. Y con especial saña. A banqueros y grandes empresarios no les importan estatutos, leyes orgánicas o derechos adquiridos. Tan solo buscan el dinero en los bolsillos ajenos. No reparan en otros detalles. Y creer lo contrario solo demuestra ignorancia y/o imprudencia.

El día que los empleados públicos tomen conciencia del lugar que ocupan en el sistema habremos dado un paso de cíclope.

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