UNID@S MUNDIALMENTE VENCEREMOS

Intervención de Pablo Iglesias Turrión en la Quinta Conferencia Sindical Nacional celebrada en México DF en Octubre de 2011.

Gracias compañeros y compañeras. En primer lugar, mi agradecimiento al CILAS por su invitación, al sindicato de electricistas y a todos los compañeros y compañeras que me acompañan. Es un honor para mí estar aquí.

La primera pregunta que os haréis es ¿Por qué el interviniente del Estado español no representa a ningún sindicato? Tampoco podría yo representar a un movimiento como el 15-M que es por definición irrepresentable. La respuesta creo que es la siguiente: La gran contestación a la crisis en mi país no ha provenido fundamentalmente de los sindicatos sino de un movimiento más amplio que ha hecho visibles los dos rostros de la crisis: el de ellos, los de arriba, que son el 1% de grandes ejecutivos de empresas multinacionales y grandes ejecutivos de los bancos que siguen cobrando sueldos de escándalo, y el de nosotros, el 99% restante de gente normal, los de abajo.

Los rostros de abajo en mi país son jóvenes precarios, son mujeres, trabajadores migrantes, trabajadores organizados en sindicatos, son desempleados y personas desahuciadas a las que están echando de sus casas. En los últimos años, en España, la economía estuvo fundamentada en lo que se conocía como “el ladrillo”, la industria de la construcción. Ahora esta industria está en crisis, hay millones de trabajadores en paro y cientos de miles de personas son expulsadas de sus viviendas por la policía.

Lo que pretendo plantear en esta intervención es una serie de elementos que nos permitan discutir y entender las diferencias de lo que está pasando en países como España o Israel y lo que está ocurriendo en países como Grecia, donde los sindicatos sí están jugando un rol protagónico en respuesta a la crisis. Para eso propongo partir de una reflexión de Camila Vallejo, la dirigente estudiantil chilena. Ella decía respecto al movimiento de indignados en España: “Nosotros en Chile no estamos en el momento de la indignación, estamos en el momento de la organización”. Al plantear esta cuestión estaba señalando una cuestión crucial, el problema del poder político pero, ¿dónde está el poder político?

Para discutir esto debemos examinar dos categorías que han sido fundamentales para entender la historia de los sindicatos en todo el mundo en los últimos 200 años; la categoría de movimientos anti sistémicos y la categoría de Estado.

La palabra anti sistema nos revela lo mejor de la historia de los dos últimos siglos.

¿Qué quiere decir ser un movimiento antisistema? El sociólogo Immanuel Wallerstein decía que han existido dos grandes movimientos antisistémicos en la historia de la humanidad; el primero, que se oponía a la organización económica del sistema, es decir, el movimiento obrero; y los que se oponían específicamente a la organización política a través de un sistema de Estado, es decir, los movimientos de liberación nacional. Si hacemos cuentas de lo que han aportado estos movimientos en los últimos 200 años tenemos que cualquier demócrata asumiría que los derechos civiles y políticos, el derecho de asociación, el sufragio universal, el derecho de libre sindicación y el derecho de reunión, son fruto de la acción en la historia de los movimientos de liberación nacional y del movimiento obrero; la jornada laboral de ocho horas, el derecho a un sistema público sanitario, el derecho a un sistema público de educación, que pueda haber organizaciones sindicales, que haya negociación colectiva, son fruto de la acción en la historia de los movimientos anti sistémicos. En este caso, las características propias de lo que llamamos democracia es fruto de la acción en la historia de los movimientos anti sistema.

Por otro lado, un debate de los movimientos socialistas en un sentido amplio fue ¿Qué hacemos con el Estado? Los anarquistas decían “tenemos que destruir el Estado” y los marxistas decían “tenemos que conquistar el poder del Estado”. En la mayor parte de los países del mundo se impuso el criterio de los marxistas pero después hubo otro debate: ¿cómo conquistamos el poder del Estado? Los marxistas reformistas decían que con la ampliación del sufragio podrían llegar al poder del Estado y a través de reformas en el marco de la legalidad burguesa podrían lograr avances que los llevaran al socialismo, a la superación del capitalismo; los marxistas insurreccionalistas decían que era imposible ya que el Estado solamente se podía conquistar por vías violentas. En general, en Europa tuvieron más éxito los socialistas reformistas salvo en Rusia, donde los bolcheviques se hicieron del control del partido y llevaron a cabo uno de los procesos políticos más importantes del siglo XX: La Revolución Rusa.

Estos debates también se dieron en los movimientos de liberación nacional; por ejemplo, entre el nacionalismo cultural y el nacionalismo político. El primero decía que el Estado no era necesario para que se impusieran, defendieran o protegieran una serie de características culturales; por otro lado, los nacionalistas políticos sabían que si se quería defender una lengua o una serie de características culturales, se necesitaba al Estado para construir sus elementos de agregación identitaria. También surgió el debate de si se podría conseguir la independencia nacional respecto a las colonias por vías pacíficas o por vías violentas. En este caso se impusieron casi todos los lugares que defendían la vía violenta. Los procesos de descolonización, que en América Latina conocimos en el siglo XIX y en el resto de países del mundo en el siglo XX, fueron procesos que de alguna manera representaron el enfrentamiento armado frente al poder militar de las metrópolis; por ejemplo, la liberación argelina o la lucha del pueblo vietnamita, la Segunda Guerra Mundial y los años 60.

De alguna manera vemos que estos movimientos anti sistema tuvieron éxito en el siglo XX. Partidos comunistas y marxistas que apostaban por la vía insurreccional han sido notorios por sus propios medios en países como China, Yugoslavia, Rusia, Albania y por la acción del ejército rojo también en otros países europeos.

Además se produjeron exitosos movimientos de liberación nacional que redefinieron los colorines del mapa mundial con nuevos estados. Sin embargo, se plantea una duda: ¿Estos movimientos anti sistémicos han cambiado al mundo?, ¿Han logrado derrotar al Capitalismo?, ¿Han logrado eliminar definitivamente lo que implicaban las relaciones coloniales?.

La respuesta es no. El colonialismo se ve sustituido por formas económicas de gobernación neocoloniales y de alguna forma, el capitalismo se muestra como un sistema capaz de sobrevivir y de imponer el beneficio por delante de las personas.

Aquí hay que recordar una cosa que escribían Carlos Marx y Federico Engels en el Manifiesto Comunista: “proletarios de todos los países del mundo, unidos”. No era sólo una proclama incendiaria, tenía un carácter metodológico, si el capitalismo es un sistema global que solo se comprende por su organización política y económica a nivel global, la organización de su antagonista, la organización de los trabajadores y de los pueblos oprimidos se tiene que dar también a nivel global, es decir, esa institución que conocemos como Estado ha resultado no ser tan decisiva como pensábamos a la hora de desafiar lo que representa este sistema en términos económicos y políticos.

¿Qué tiene esto que ver con el Movimiento 15-M? De alguna manera este movimiento ha recuperado algo que ya habían puesto por encima de la mesa los movimientos del 68 y los movimientos contra la globalización económica: que el poder no solamente está en el Estado, que el poder está en más lugares. Las mujeres dijeron en el 68 que las relaciones patriarcales no solamente se arreglaban con la aplicación de políticas públicas; los movimientos ecologistas dijeron que el desarrollo sostenible era fundamental para la construcción de mejores sociedades; finalmente, los movimientos contra la globalización económica dijeron que se había producido una transferencia de la soberanía ya que las decisiones económicas ya no se tomaban en los Estados sino en el FMI, el Banco Mundial, en las Agencias de Calificación y en las grandes corporaciones.

Esto lo hemos visto en Grecia donde manda La Troika, ya que Papandreu no es más que un agente que hace lo que le ordenan el Banco Central Europeo, Merkel y Sarkozy, o el Fondo Monetario Internacional. Actualmente, lo mismo sucede en España con Zapatero y ahora Rajoy. La Constitución de mi país era intocable hasta que Merkel y Sarkozy dijeron a los dos principales partidos españoles que debían reformarla para limitar constitucionalmente la capacidad de su Estado de endeudarse. Y la reformaron en semanas.

Como vemos, el poder ya no está en los Estados, y ese ha sido uno de los elementos que ha señalado el Movimiento 15-M. Además este movimiento ha lanzado un mensaje a los sindicatos que, a pesar de haber convocado una huelga general, no consiguieron ponerle rostro humano a la crisis. Podemos hablar de la crisis incluyendo muchos datos como el desempleo, el número de personas que tienen una hipoteca, el nivel de deuda de un país, de la producción del PIB; pero también tenemos que mencionar el rostro humano, toda la gente que se queda sin trabajo, sin casa, a los jóvenes que a pesar de un título universitario no pueden acceder a un empleo, elemento fundamental que sí consiguió el Movimiento 15-M.

Sin embargo, tenemos que reconocer que los sindicatos siguen siendo imprescindibles para la organización de los trabajadores. A ellos, a los sindicatos, hay que mostrarles la transformación de la fuerza de trabajo, es decir, los trabajadores en España ya no solamente son obreros de fábrica, también son jóvenes precarios que no se consideran obreros, son trabajadores los migrantes a quienes les pesa más su identidad nacional que la identidad de clase, son trabajadores intermitentes que viven en una situación de informalidad que les impide el acceso a estructuras sindicales. Asimismo, los sindicatos deben recordar que el carácter de las luchas nunca puede ser doméstico-estatal, no basta el pacto con los empresarios del país cuando las empresas son trasnacionales, no es suficiente el convenio con las autoridades políticas del país, es necesario recuperar la característica metodológica que señalaban los socialistas en el siglo XIX: la organización transnacional de la clase trabajadora, ya que resulta humillante que los europeos estemos hablando de huelgas generales en diferentes países y que todavía no exista una experiencia de huelga general en toda Europa. Quizá si hubiera una huelga general en toda Europa estaríamos hablando de una situación distinta.

Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.