UN DÍA NORMAL….

Fuente: Pedro Antonio Honrubia

Para estos tiempos que corren, el de ayer fue un día de lo más normal. Tiempos estos en que la barbarie se ha convertido en normalidad, y, como diría alguien, son tantas las mentiras que nos rodean, que el simple hecho de decir la verdad es ya un acto revolucionario… y subversivo.

Un joven de 28 años asesinado por la policía, un niño de 13 años -de sangre azul- que se pega un tiro mientras estaba jugando con un arma de fuego, un ministro de economía que nos dice que va a poner fin a la sanidad pública tal y como la hemos conocido durante años, un ministro de hacienda que anuncia que se viene una reforma de la sanidad donde no va a quedar títere con cabeza, 10.000 millones de euros de recortes extras a sanidad y educación mientras se gesta un nuevo plan por valor de 50.000 millones de euros para salvar a la banca de sus problemas financieros, ese mismo ministro que habla de que el estado podrá “intervenir” a las Comunidades Autónomas que no se plieguen a los mandatos de la Troika, un activista de derechos humanos al que van a buscar y detener, por un asunto burocrático, cual si fuera un terrorista, unos sindicatos que se llaman a sí mismos “de clase” que se reúnen con un partido -en teoría- de izquierdas para forzarlo a que haga un pacto, en contra de la voluntad de sus militantes, con un partido corrupto y de derechas.

Sí, nueve años después del asesinato de un periodista que sigue sin tener justicia, el de ayer fue un día de los más normal. Un día de lo más normal.

Mientras, como buena muestra de tal normalidad, los mercados, los medios de comunicación, y los políticos capitalistas siguen a lo suyo. Los mercados chantajeando estados para forzar a sus gobiernos lacayos a desmontar cualquier rasgo de estado social que pueda sostener los derechos básicos de la ciudadanía, con la prima de riesgo a sus niveles más altos desde hace meses. Los medios de comunicación silenciando un asesinato de estado en manos de la policía, y aplicando a rajatabla la neolengua del gobierno del PP para lograr que los ciudadanos condenen al oprimido mientras aman al opresor. Y los políticos capitalistas, pues a lo único que saben hacer: arrodillarse frente a sus amos, y vender a sus pueblos a precio de saldo.

Manifestantes que salen a una huelga y acaban, sin comerlo ni beberlo, en la cárcel. Aficionados al fútbol que van a ver un partido de su equipo favorito y acaban muertos por una agresión policial. Huelguistas que salen a reclamar sus derechos y acaban tuertos, con un traumatismo craneal o con el bazo reventado de una patada. Ciudadanos que son agredidos por la policía y la única denuncia que acaban por conocer es la que se presenta contra ellos por “agresión a la autoridad”. Banqueros que jugaron al monopoly con el dinero de sus clientes y ahora fuerzan a los gobiernos a imponer legislaciones de excepción para que no haya protestas ni contra ellos ni contra el sistema del que se alimentan para robar a los pueblos. Ministros que antes vendían armas a los gobiernos, y ahora son ellos quienes compran las armas, como gobierno, de las empresas en las que antes trabajaban, mintiendo si es necesario para hacer creer que el gasto militar es más necesario para una sociedad que el gasto en educación o sanidad. Ministras que tenían un Jaguar impregnado de corrupción en su cochera y no se habían dado cuenta, y ahora hacen de nuevo como que no se dan cuenta de que toda su gestión pasa por entregar el sistema de salud público a los intereses privados que pagan su sueldo (y que ya pagaron aquel Jaguar). Una ministra de trabajo que aprueba una reforma laboral que subvierte por completo el orden social, y pone las relaciones laborales al servicio del capital y contra cualquier derecho de los trabajadores, que resulta que jamás ha cotizado más allá de ser una liberada política a sueldo del partido. Unos presupuestos que recortan 27.000 millones de euros de todos los sitios posibles, menos de la Iglesia, los toros, la familia real, los cuerpos represivos del estado y el ministerio de defensa, y lo hacen porque así podrán pagar los 28.000 millones de euros que deben solo en intereses de la deuda a los grandes bancos y otros especuladores varios.

Rajoy que dijo que no iba a subir el IRPF, subió el IRPF. Dijo que no iba a abaratar el despido, abarató el despido. Dijo que no haría una amnistía fiscal, hizo una amnistía fiscal. Dijo que no recortaría en el presupuesto para becas, recortó el presupuesto para becas. Dijo que no tocaría sanidad ni educación, tocó sanidad y educación. También dijo que bajaría el paro, y hay más paro. Que se recuperaría la economía, y hay más recesión. Prometió crear empleo, y lo ha creado, pero solo para aquellos amigos y familiares de los dirigentes de su partido a los que han colocado a dedo en los más variopintos puestos de la administración pública. Pero no hay forma alguna de que la ciudadanía lo pueda hacer salir del poder, mediante una revocación, por mentiroso y farsante, por ser responsable de un fraude democrático de magnitudes gigantescas. A aquellos países como Venezuela o Cuba, en cambio, donde tal revocación sí sería posible, porque así lo determina su constitución, los llaman dictaduras o estados con gobiernos autoritarios. Aquí, sin embargo, lo que determina la Constitución es que la deuda con los bancos debe ser pagada por encima de cualquier cosa, incluso a costa de la vida de las personas. Y lo llaman democracia.

Bueno nada, eso, el de ayer fue un día de lo más normal… en medio de estos tiempos extraños. Tiempos en los que la barbarie se ha convertido en normalidad, y, como diría alguien, son tantas las mentiras que nos rodean, que el simple hecho de decir la verdad es ya un acto revolucionario… y subversivo.

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